23.3.05

Formas de usar un escritorio

A los Templarios

Un escritorio grande, como el mío, consta, habitualmente, de una gran superficie de madera apoyada sobre sendas columnas de, por ejemplo, cuatro cajones cada una, que hacen a su vez la función de patas.

Un estudiante de graduado, yo lo soy, tiene sobre su escritorio, entre otras cosas, un lápiz, dos bolígrafos, uno rojo y otro negro, una goma, varios montones de papeles aparentemente desordenados, una pantalla de ordenador, un teclado, un ratón, una tortuguita de cristal, una guagüita de madera, una calculadora, un libro abierto, una miniatura de Spider-Man, una hoja caída de algún árbol, probablemente en otoño, y una agenda abierta por donde no toca.

Mis dedos, blancos por la tiza y doloridos todavía por el esfuerzo de la noche anterior, se agarraron con fuerza al borde del escritorio. Tan sólo la última falange de los dedos corazón, índice y anular de cada mano contactaron la superficie. Mi pie izquierdo buscó con ahínco la pequeña asa del último cajón de la columna izquierda. Una vez encontrada, allí se acomodó. El resto de mi cuerpo quedó suspendido en el aire. Los músculos de mis brazos y mi pierna izquierda se tensaron y mis abdominales se contrajeron para mantener en el aire mi pierna derecha. Respiré profundamente. Bruno me dio ánimos a la vez que colocó uno de los cojines del sofá en el suelo por si sucedía lo que no debía suceder. Respiré de nuevo y haciendo fuerza con mis brazos salí de debajo del escritorio, lugar en el que se encontraba gran parte de mi cuerpo en la posición de equilibrio inicial. Me detuve a medio camino. Pude sentir como mis músculos se tensaban y destensaban en función de mis exigencias. Mi rostro se enrojeció del esfuerzo. Ya no había vuelta atrás. Bruno me alentó y pensé en como me sentiría después e hice partícipe a la habitación de mi respiración y me concentré y sin miedo al fracaso hice un último esfuerzo.

Aquí de pie, sobre la superficie de mi escritorio, las cosas no se ven mucho más pequeñas, ni siquiera me siento un ser superior, pero sonrío a la vez que Bruno da una palmada y devuelve el cojín a su sitio. En unos segundos bajaré de nuevo al suelo y me sentaré en mi silla y ambos volveremos a dedicarnos a lo que mejor sabemos hacer...

1 comment:

Anonymous said...

Una vez leido , pienso...
Quizá cuando se dice que a uno se le va la cabeza, se adentra en la realidad que siempre ha estado ahi, en un sueño ficticio donde se dejan de sentir los pies en la tierra , no hay tierra, no hay uno, no hay nada...Pero se esta de coña.Algo que supera la logica fisica, desconocido pero real..

En mi escritorio lo que no faltan son ventanas.