Mundos ideales
Sus ojos pardos me miran, me ven, me desnudan.
Disimulo mi arrobamiento, me escondo.
Encojo los dedos de mis pies,
en un intento desesperado por aliviar tensiones.
Me acaricio la oreja derecha con la mano izquierda, torpemente.
Muerdo.
Huyo.
Su generosa cabellera castaña disfraza sus hombros de gala.
Mariposas.
Bajo la cabeza, ignorante,
mientras se recoge el cabello con una goma verde.
Sus movimientos son suaves.
Escalofrío.
Esperanza.
Estira su cuello para reír.
Sonrisa blanca, embriagadora.
Su piel es morena, suave.
Me imagino frágil, sutil, ligero.
Me abraza en mi cabeza.
Iluso.
Me paraliza.
Sus osados labios carmesí me besan en la distancia.
Cierro los ojos, embriagado.
Atezada oscuridad.
Restos de comida en su labio inferior.
Naranja.
Mordisco.
Espejismo.
Bajo un techo celeste manchado de algodones albinos.
Descalzos sobre un suelo esmeralda y húmedo,
salpicado de ambarinos, violáceos, níveos, colorados, azures.
Ella.
Construyo castillos de naipes.
Céfiro.
Construyo castillos de naipes.
Céfiro.
Sólo entonces dejo de escribir.
Miedo.
Sólo entonces despierto.
Suspiro.
Sólo entonces me doy cuenta de que los mundos ideales,
son en blanco y negro.
1 comment:
Mi cabeza y todo lo que hay en ella pertenecen a este mundo. Así pues, soñar no me resulta gratuito pero comprenderlo tampoco...
Neus.
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