¿Y ahora qué?
Respiraba agitado.
Su vida huía zigzagueando a través de una heterogénea pulsera pasión.
El teléfono comenzó a sonar.
Tumbado boca abajo se dejó seducir por el omnipresente reclamo.
"Sé que estás ahí..."
El tic tac de un pretérito reloj de pared.
"Coge el teléfono..."
El incesante zumbido de un frigorífico vacío.
"Lo siento..."
Una espita que llora gotas insípidas.
Se levantó del frío suelo y caminó hasta el teléfono e intentó sin éxito aferrarse a él. Cerró los ojos para hacer frente a lo que una vez fue y nunca más volvería a ser. Allí seguía él, tumbado boca abajo.
"¿Y ahora qué?" Se preguntó mientras lágrimas invisibles violaban su mirada.
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