Veinte minutos de ventaja
A una panerola
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Ninguno de sus amigos viaja en autobús. A pesar de la hora, las calles comienzan ya a llenarse de vehículos de dos, cuatro y n ruedas. Todo el mundo conduce en su ciudad. A nadie le gusta coger el autobús. A él, sí. A través de las enormes ventanas del vehículo contempla el despertar de la ciudad. Luces que van, luces que vienen. Un milagro.
Morgan y Sophie suben en la primera parada. Hoy Arnold no les acompaña. "Se habrá quedado dormido," piensa él. Arnold trabaja todas las noches hasta muy tarde. Recicla lo que otros no quieren. Morgan se queda de pie, junto a Martin, que emprende nuevamente la marcha. Morgan viste camisa blanca de manga corta, corbata verde, pantalones de pinza grises, calcetines blancos y zapatillas deportivas. Está enamorado de Tracy. Todo el mundo en el autobús lo sabe. Probablemente ella también lo sepa. Sus ojos sonríen en la distancia mientras la contemplan. Es feliz por poder compartir con ella unos minutos cada día. Sophie, embutida en un viejo vestido marrón, se sienta ocupando dos asientos. Abre su bolso y de su interior saca un par de zapatos negros de tacón. "¡Buenos días, Sophie!" Tracy la saluda con efusividad mientras Sophie, agachada, se cambia de calzado. "¡Buenos días, Tracy!" Devuelve a su bolso las zapatillas con las que ha caminado hasta la parada del autobús. "Por cierto, ¿qué tal tu marido? Alguien me dijo que finalmente había encontrado trabajo," Tracy desea que así sea. "Sí, pero se trataba de algo temporal, un mes de contrato. Desde que cerró la fábrica hacemos lo que podemos con lo poco que gano yo en la biblioteca. A ver si cambia nuestra suerte," Sophie y su marido tienen un hijo pequeño, Billy. La conversación no tarda en girar en dirección a las travesuras de éste.
El autobús se detiene de nuevo. "¡Maldita sea!" James tiene en su mano izquierda una cinta de cassette. Es la tercera este mes. "¡Cómprate un iPod!" Mia acaba de entrar en el autobús. "¿Me lo compras tú?" James sonríe. "¡Claro cariño, faltaría más!" Él, mientras observa la escena en silencio, piensa que algún día le regalara el suyo, el que carga en su mochila. En su opinión, Mia siempre va muy maquillada y se echa demasiado perfume. "Las mujeres somos muy coquetas y yo soy muy mujer," observó graciosamente un día. El autobús se detiene de repente. "¡Gracias!" Matthew entra en el vehículo e inmediatamente se sienta. Respira con dificultad. Él aún recuerda el día en el que coincidió con Matthew en la parada del mercado, mientras trasteaba con su cámara digital. Matthew no esperaba que tuviera una. "¡Tienes una cámara digital! ¡Tienes una cámara digital! ¡Tienes una cámara digital! ¡Que suerte! Hace mucho tiempo que nadie me hace una foto, ¿me haces una?" Se la hizo y le regaló una copia impresa. "¡Bonita corbata!" Matthew señala con su dedo índice hacia Morgan. Morgan se sonroja a la vez que le obsequia con una mueca de resignación. Matthew se percata de la presencia de James y camina junto a él. Se sienta a su lado. Hablan de baloncesto. Sophie y Tracy siguen hablando de Billy. Mia se retoca las sombras de sus preciosos ojos verdes usando una de las ventanas como espejo. Morgan permanece cabizbajo. Martin conduce. Él sonríe.
En la siguiente parada suben ocho personas. Él sólo conoce a Catherine. Catherine nunca dice nada. Se sienta y se sumerge en el mundo de fantasía de su novela favorita de esta semana. Un hombre de aspecto descuidado pide un dólar para pagar el trayecto. Una joven sonriente se lo ofrece y lo invita a sentarse junto a ella. Ella trabaja en una casa de acogida. Un joven lleno de tatuajes se sienta a su lado. "¡Buenos días!" Mastica un palillo dental. Él le devuelve el saludo moviendo la cabeza de arriba a abajo. Un ángel en el antebrazo derecho. Julia
Finalmente su parada, su rincón, su isla. Veinte minutos desde que subió al autobús. Se despide de Martin, "¡Gracias y buenos días!" Se gira y, antes de bajar, dedica una mirada de sincera admiración a sus compañeros de viaje. Algunos sonríen, algunos asienten con la cabeza, otros simplemente no lo ven. Tiene la misma sensación un día tras otro. Ha vuelto a sacarle veinte minutos de ventaja a la vida. Se hace con su bicicleta y comienza a pedalear en dirección a la oficina. Comienza a amanecer y la generosidad de los primeros rayos del sol le dibujan una sonrisa infinita en el rostro. Piensa en ella mientras silba una canción que resuena en su cabeza desde la noche anterior, Cold Water. Piensa en ella, y en el poco tiempo que le queda hasta volver a acariciarla. Cuando llegue a la oficina, lo primero que hará, será guardar en una hucha color rosa con forma de cerdito, se la regaló su hermana, los veinte minutos de ventaja de hoy...
1 comment:
Happy flowers!!
Siempre hay almenos dos formas de ver las cosas. Esta la optimista y la pesimista. Aparte de esas, esta la tuya. Esa en la que viajar en autobus no es una pérdida de tiempo sino que se gana tiempo con ello.
Yo por mi parte si voy perdiendo el tiempo, no todos mis instantes son llenos, no soy consciente de lo que realmente sucede ni aprendo al màximo en cada tropiezo...Digamos que soy bastante humano.
Bueno, eso era para chinchar, ya me conoces, el cuento es muy bonito.
Neus (si fuera mujer).
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